Sobre la obra de Carlos Enrique Polanco

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Julio Ramón Rybeyro - Ilustración de Carlos Enrique Polanco Lima de mis amores y de mis odios. Quien cantará tu visible fealdad y tu secreta belleza. No se canta sólo con el verbo sino también con la paleta. Y la de Polanco ha logrado cantar la secreta belleza escondida en Lima la horrible. Ojo de gato, ojo de pájaro, ojo de poeta. Mirada infrarroja que descubre bajo la banal realidad lo oculto, lo precioso. Y no sólo lo descubre sino que lo rescata y lo transfigura. Así Polanco en estos cuadros sobre la vieja Lima, Barrios altos, Rímac, sus rincones, casas y sobre todo techos y azoteas nos desvela lo que la rutina nos impedía ver o nos devuelve imágenes sepultadas en nuestra infancia. Y nos enseña algo más: que lo que diferencia una ciudad de otra es la forma como los volúmenes se distribuyen en el espacio. Ojo de gato, ojo de pájaro: las azoteas. ¿Quién no ha jugado de niño en una azotea o no la ha avizorado de adulto distraídamente desde un alto edificio? Viejas azoteas, ciudad que superpone a la ciudad, con sus farolas, ventanas teatinas, barandas, cubículos y miradores, territorio olvidado, zona frontera donde la ciudad entabla sus negociaciones directas con el cosmos. Ojo de poeta : de nada valdría que Polanco viera lo que no vimos o vimos mal si no fuera porque al mismo tiempo de desvelarlo no lo transfiguraba. ¿En qué? En lo que son sus cuadros : algo existe en la realidad y cada uno de sus elementos pero convertidos en paisajes de perspectivas ligeramente estrábicas o aberrantes, que modifican las leyes de la geometría o de la gravedad. Pero sobre todo colores que hacen del más pequeño componente del paisaje - muro, ventana, balaustrada - pretexto a una composición cromática de carácter casi musical. Y emotiva. Los cielos de Polanco. Por ejemplo: rojos, verdes, morados, cielos imposibles, pero cargados de una intensidad que nos conmueve o nos sobrecoge. Y todas estas visiones urbanas están marcadas con el sello de una terrible soledad. Se diría que se trata de una ciudad abandonada, como en ciertos cuadros de De Chirico. ¿Dónde están sus habitantes? Los únicos vestigios de su presencia son las ventanas iluminadas. Y los únicos signos visibles que los recuerdan con el maniquí de un sastre y la imagen de una calavera. Símbolos de una ciudad soñada que cada cual podrá interpretar a su manera. Julio Ramón Ribeyro

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